La delincuencia juvenil es un concepto sobre el que, debido a su implicación social, es difícil establecer una acepción exacta que aborde todos los aspectos que incluye. Una de las definiciones más completas es la que establece la delincuencia juvenil como un fenómeno social constituido por un conjunto de infracciones penales cometidas contra las normas sociales, tipificadas por Ley y cometidas en un tiempo y lugar determinados, por personas mayores de 14 años y menores de 18. Se utiliza el término de fenómeno social a la hora de definirlo porque se encuentra relacionado de forma directa con la sociedad y la cultura, y el sujeto activo lo será en función de las características que delimiten a estas.
Como cualquier hecho, ha sufrido numerosos cambios relacionados con las modificaciones que se han llevado a cabo en la sociedad. La delincuencia juvenil ha evolucionado, no solo el fenómeno en sí, sino también la forma en la que se trabaja este desde las diferentes disciplinas que la abordan, incluida la Criminología.
En su momento cualquier trato judicial que se realizara sobre menores que habían cometido un hecho delictivo seguía una filosofía paternalista, en la que los tribunales ejercían como tutores de los menores. El menor era considerado una persona irresponsable, una persona enferma, un sujeto al que había que proteger, por lo que no se le hacía responsable de los hechos que cometía, a pesar de que fueran en contra del orden social y judicial. Era una persona que debido a su inmadurez cometía actos de los que no era lo suficientemente consciente como para hacerse responsable.
Así, al menor no se le pretendía educar, pues sería imposible debido a su incapacidad, por lo que no se le castigaba por sus acciones. Se creó una confusión en relación con cuál sería el método más correcto para tratar al menor delincuente. Como no se sabía qué hacer con ellos, se empezó a aplicar las denominadas medidas de seguridad por la peligrosidad, pues se determinó que este era el principal problema.
Con el paso del tiempo, dejó de considerarse al menor como una persona enferma e incapaz de ser consciente de los actos que realizaba; sino que, al contrario, se le hizo responsable de ellos y se pasó de aplicar una ley sancionadora a una ley educativa guiada por la filosofía de la reinserción. Al menor se le dio capacidad de decisión, tenía a pesar de no superar determinada edad, poder de decisión entre hacer lo bueno y legalmente aceptado o lo malo y hacerse cargo de sus acciones.
La delincuencia juvenil, al igual que otros fenómenos, se ve afectada por numerosos factores que pueden influir de forma negativa o positiva en el desarrollo de este. Estos factores pueden ser, por un lado, factores de riesgo que son aquellos que pueden aumentar la probabilidad de que un adolescente cometa una acción desviada o antisocial; y, por otro lado, factores de protección, que son los que disminuyen esa probabilidad, de forma que favorecen el desarrollo de una conducta prosocial.
Uno de los factores de riesgo que mayor repercusión está teniendo en los últimos tiempos, además de la influencia de los medios de comunicación que exponen de forma constante a los menores a actos desviados, es la influencia de la familia ya que es el principal agente socializador. Dentro de esto nos encontramos como factores que interrelacionan a la familia con comportamientos desviados: las actitudes negativas por parte de los padres e incluso la propia criminalidad de estos.
Hoy en día, uno de los actos desviados y/o delictivos que más se ha visto incrementado a lo largo del tiempo es la violencia en algunos deportes, y en el fútbol en especial. Con el paso de los años, las conductas negativas se han visto aumentados en el desarrollo de este deporte y en la mayor parte de los casos, es realizada por los padres.
Según técnicos que entrenan en categorías inferiores, las peleas en el fútbol surgen en muchos casos por la educación que los padres proporcionan a sus hijos. Los menores y los jóvenes se construyen atendiendo a los ‘inputs’ que recibe tanto de su entorno familiar, en la escuela y por otros aspectos ambientales.
Junto a esto, debemos de tener en cuenta las aportaciones de Bandura con relación al aprendizaje vicario que tiene como base el aprendizaje por observación. Según este, el individuo aprende observando los comportamientos de otros, siempre que las conductas funcionen, de manera que la exposición a hechos desviados y/o delictivos en el fútbol y su funcionalidad en este pueden generar en los menores una repetición de las acciones.
Son numerosas las conductas que estando fuera de los límites sociales pero que se desarrollan dentro de un terreno de juego (patada en la espinilla, escupitajos, entre otras), pues se encuentran reguladas por el ordenamiento deportivo. El problema surge cuando estos actos ven agravada la violencia y cuando se empieza a ejercer desde la grada.
A lo largo de los años, las noticias de la violencia en el fútbol cada vez son más habituales. El periodista Daniel Mateo recogió para un reportaje en el diario ’20 minutos’ la denuncia establecida por el Sindicato de Árbitros acerca de la violencia en el fútbol. El sindicato afirmó que la mayor parte del problema de esta se encuentra en la grada; hablando en porcentajes, se establecería que son el 80% del problema.
Muchos de los padres acaban teniendo un comportamiento de ultras en los partidos de sus hijos. En relación con esto, no solo se hablaría de los actos violentos vinculados con las agresiones físicas que se producen dentro del terreno de juego y sobre todo fuera, sino que es importante hacer referencia a la violencia verbal que se encuentra presente en todas las categorías. “En partidos de benjamines, infantiles o cadetes ya hay insultos, se escuchan barbaridades. Y hay que empezar por ahí, educar desde la base”, estableció Oscar Rubio, psicólogo deportivo, durante una entrevista para el periódico ABC.
De esta forma, nos damos cuenta la relevancia del papel de la familia dentro de los terrenos de juego, pues los pequeños aprenden a partir de estos comportamientos aún no entendiéndolos, pues al fin y al cabo son realizados por los encargados de su educación y su socialización.
De manera paralela, nos encontramos con el papel fundamental de los entrenadores, los cuales, debido a esta situación, no solo se encargan de enseñar a los más pequeños el fútbol, sino que también les ayudan a gestionar las respuestas emocionales que se dan durante los partidos. Les enseñan valores como el compañerismo y, además, les ayudan a progresar educativamente. Se podría hablar de los entrenadores como uno de los factores de protección frente a la delincuencia juvenil vinculada a la violencia en el deporte.
Según Schneider, esa “familiaridad” de los niños con la violencia “puede provocar comportamientos violentos y delictivos cuando son adolescentes y adultos”. La impresionabilidad y la capacidad emocional de reaccionar a la violencia disminuye y la agresividad se acepta como una pauta de comportamiento.
De esta forma, tenemos que enseñar a los deportistas desde pequeños los verdaderos valores del deporte, entre los que no se encuentran la violencia y la dureza extrema. Debemos concienciarles de que cualquier deporte, y en este caso el fútbol es un juego donde se ha de competir con diversión y donde no todo es ganar. Y no solo a los deportistas, sino a todos aquellos espectadores que se toman las competiciones deportivas como una lucha personal en la que solo vale ganar, sin importar los medios utilizados. Se debe empezar a establecer medidas que permitan la regulación de estos actos desviados y/o delictivos que cada día son más habituales en los diferentes terrenos de juego.
Una de las disciplinas que debido a sus características puede ser de gran utilidad en este escenario es la Criminología del Deporte debido a que se encarga de estudiar este fenómeno desde su visión interdisciplinar. Desde esta, se puede intentar conseguir que el deporte actúe como factor de protección regulando aquellos elementos de riesgos como los anteriormente mencionados, de ahí la importancia de darle una oportunidad a esta disciplina de la Criminología, la Criminología del Deporte.
Por Mª Isabel Durango López. Coordinadora del Grupo de Trabajo Criminología en el Deporte del Colegio Profesional de la Criminología de la Comunidad de Madrid.
BIBLIOGRAFÍA:
ERTHEO. (s.f). ‘No a la violencia en el fútbol base’. Obtenido de Ertheo.com:
MATEO, D. (2016). ‘Las agresiones en el fútbol base señalan a los padres: “los niños se educan desde la violencia”. Obtenido del periódico ’20 minutos’: https://www.20minutos.es/deportes/noticia/violencia-futbol-base-senala-padres-jugadores-2686073/0/
SCHNEIDER, H. J. (1994). ‘Naturaleza y manifestaciones de la delincuencia infantil y juvenil’. RDPCrim nº 4, UNED, Madrid
YUNTA, E. (2014). ‘El fútbol, violento desde la base’. Obtenido del diario ‘ABC’: https://www.abc.es/deportes/futbol/20141205/abci-futbol-violencia-base-201412042225.html