No podemos imaginar un acto más incomprensible que el de quitar la vida a la persona a la que alguna vez se la hemos dado. Un sentimiento innato de protección y cuidado es el que invade a los padres, tanto en el ámbito humano como para la mayoría de los animales, cuando tienen descendencia. Una reflexión, tan obvia, se ve truncada en numerosas ocasiones cuando podemos escuchar o leer noticias horribles sobre hijos que pierden la vida a manos de sus progenitores.
El caso Asunta, los niños de Córdoba o Godella, los niños que pierden la vida en Teruel o Murcia, los mellizos asesinados por su madre para vengarse de su marido. Casos de filicidio, unos más mediáticos que otros, pero todos igual de horribles y sorprendentes para la opinión pública.
En condiciones normales, no puede entenderse este acto, pero en la mente humana no pueden entrar parámetros biológicos ni culturales y el filicidio es un delito que se comete en más ocasiones de lo que podemos llegar a pensar.
LA MUJER, MÁS CERCA DE ESTE DELITO
Tenemos que poner atención en la diferencia que existe entre los términos filicidio e infanticidio que mucho se utilizan. Mientras que el infanticidio es el acto de acabar con la vida de un niño, en el filicidio hay que añadir, además, que este hecho sea cometido por la persona que tiene relación filial con el niño.
Esta relación filial hace que, en estos casos, el hecho se castigue con un agravante por lo horrible que resulta que la persona que tiene que velar porque tu vida sea agradable y duradera se encargue de acabar de ella.
Según las estadísticas, la mayoría de los casos de filicidio son cometidos por mujeres. La mujer a lo largo de la Historia ha sido la encargada del cuidado de la prole y está asociada a homicidios dentro del ámbito familiar. Mientras que el hombre homicida sale a ‘cazar’, la mujer homicida se encuentra a sus víctimas en casa.
El hecho de que la mujer haya sido la cuidadora y lo siga siendo en muchos de los hogares, le da la oportunidad para perpetrar este delito. Esto, unido a factores como depresión, sentimiento de culpabilidad, venganza o accidente, entre otros, crean el cóctel perfecto para acabar con la vida de los que más quiere.
También, nos encontramos con ejemplos en los que los asesinos son los hombres. En estos casos, la mayoría de los delitos cometidos se deben a la venganza contra las mujeres. Más aún, en la sociedad actual, en la que hay un despunte de los delitos de violencia de género, ambos delitos están muy conectados.
En general, podemos encontrarnos con filicidios altruistas para evitar el sufrimiento del hijo, los que está generado por psicosis o enfermedad mental del progenitor, los asesinatos de niños por no ser deseados, las muertes a manos de sus padres por accidente, o los que se comenten por venganza o utilizándolo para conseguir un fin.
En particular, hay tantas razones como crímenes cometidos. ¿Qué piensa José Bretón cuando urde un plan para acabar con la vida de sus dos hijos pequeños? ¿Existe algún cambio en la psique de los padres de Asunta cuando deciden acabar con la vida de su hija? ¿Qué lleva a una madre a anteponer el odio que siente por su marido a la vida de sus hijos recién nacidos?
Todos queremos acabar con estos delitos incomprensibles. La mayoría de las personas, en un intento de entenderlo, piensan que estos padres tienen que tener algún problema mental. Ante todas estas razones siempre nosotros, los criminólogos, tenemos que decirles que la maldad existe pero que se puede prevenir. Nosotros, los criminólogos, podemos hacerlo. Estas personas pensarán ¿y por qué no lo hacen?…
Raquel Rodríguez Benito
Periodista y criminóloga
Colegiada del CPCM
@raquelrguezben