Hay crímenes con una particularidades concretas que conmocionan a la sociedad. Un parricidio, que un hijo mate a una madre, es ya de por si duro e impactante. Pero si luego éste se come el cadáver es espeluznante. Eso es lo que ha ocurrido recientemente en Madrid. Los agentes que llegaron a un piso cercano a la plaza de toros de Las Ventas, para investigar la desaparición de una señora, no dieron crédito a lo que vieron, lo más atroz en sus muchos años de carrera policial. Y es que no solo el hijo, de nombre Alberto, reconoció que había matado a su madre sino que la había troceado en pequeñas partes y distribuido en táperes en la nevera, que estaban devorando él y su perro.
La Criminología, en el continuo estudio de la mente y el comportamiento criminal, recoge varios tipos de antropofabia. El más antiguo es el ritual, espiritual o religioso, en el que se caníbal se come a sus víctimas para tomar su energía o como sacrificio a un Dios. Hay muchos relatos de expedicionarios sobre tribus perdidas de África con este tipo de rituales. En la conquista de América, los españoles relataron impactantes casos de canibalismo. De hecho, la palabra viene de una tribu caribeña lamada ‘caniva’ que se daban festines de carne humana. Los testimonios oculares de Hernán Cortes o Bernal Díaz tampoco dejan duda de la voracidad de algunos aztecas, que comían los corazones y otras partes de los sacrificados y bebían su sangre.
El segundo tipo de canibalismo es el nutricional, por pura hambre. Todos recordamos la tragedia en la que se convirtió el accidente aéreo en Los Andes en 1972, en el que algunos de los supervivientes tuvieron que alimentarse de sus compañeros para poder sobrevivir. El tercer tipo es el sexual, en el que el asesino satisface sus deseos sexuales o fantasías excéntricas ingiriendo parte de sus víctimas. Son casos muy insólitos, como el de Armin Meiwes, más conocido como el caníbal de Rotemburgo que puso un anuncio en Internet para encontrar alguien a quien comerse y a los pocos días un tal Bernd Brandes se ofreció. Tras cortar y cocinar el miembro viril de éste, ambos se lo comieron y luego Armin lo asesinó y descuartizó para ir poco a poco comiéndoselo.
El cuarto tipo es el canibalismo de agresión, que mata a una persona en medio de un brote violento y se lo come como acto supremo de poder, por algún tipo de patología mental o por puro sadismo, como Hannibal Lecter, un personaje de ficción cinematográfico por todos conocidos pero basado en varios casos de británicos del siglo XXI.
Este tipo de casos es el que más nos ocupan como criminólogos. Volviendo a Madrid, Alberto, de 26 años, ya tenía problemas con su madre desde hacía mucho tiempo. De hecho, ella le había denunciado por agresiones y tenía una orden de alejamiento pero al final le dejaba volver a casa. El joven además había estado internado en varias ocasiones por problemas psiquátricos pero sin acabar el tratamiento pedía el alta voluntaria y volvía con su progenitora. Poco se ha desvelado de la enfermedad mental que padece, solo que una vez fue ingresado con manía y delirIos persecutorios y otras veces por dependencias a las drogas y el alcohol. Una mezcla explosiva. También que los agentes advirtieron durante la detención un comportamiento muy ajeno a la realidad, un individuos por tanto con fuertas rasgos disociativos y sádicos.
El Grupo VI de Homicidios de la Policía Nacional está investigando los ingresos hospitalarios, sus crípticos mensajes en redes sociales y espera la evaluación psicológica que le están realizando en la cárcel. Todo para responder a la pregunta quea todos nos asalta: ¿Qué llevó a un chico más o menos normal en pleno siglo XXI en un país como España a matar y luego comerse el cadáver de su madre? A la espera de los resultados forenses, con los datos que tenemos podemos lanzar alguna hipótesis. Varios expertos ya han hablado de que el parricida podía sufrir una esquizofrenia, bipolaridad y/o trastorno psicótico. Las drogas que tomaba podían haber hecho desvanecer los frenos morales al acto criminar o empeorar sus brotes violentos, en uno de los cuales supuestamente acabó con la vida de su madre.
Algunas voces relacionan los impulsos atropofágicos de Alberto al consumo de metilendioxipirovalerona (MDPV), la llamada ‘droga canibal’, que comenzó a tomar cuando estuvo de Erasmus en Grecia. A pesar del nombre y del fuerte efecto estimulante, esta droga no convierte a nadie en una bestia caníbal. Un individuo que no tenga personalidad agresiva por mucho que tome esta sustancia no va a empezar a matar y descuartizar. Podrá estar más irascible y perturbado, pero no va a morder a alguien pase por la calle hasta desgarrarlo. Eso sí, si tiene predisposiciones violentas y patologías psiquiátricas puede servir, como hemos dicho, de acelerante.
El componente parricida y caníbal de Alberto está relacionado, como la mayoría de los casos, con sus condicionamientos psiquiátricos y personales. El asesino de Ventas tenía una relación agresiva (habría que analizar las causas y antecedentes) con su madre y en un momento dado la mató. Además, sufre una enfermedad mental con delirios persecutorios, en los que probablemente creía que su madre le vigilaba todo el tiempo o le ridiculizaba. Ya fuera totalmente de la realidad, troceó y se comió parte de su madre para conseguir así acabar con ella definitivamente, como signo de asimilación y de que el poder y control de su vida lo detentaba por fin él. Algo totalmente patológico, pero de momento solo una hipótesis. La mente criminal es muy compleja.
Julio de la Fuente Blanco es periodista, criminólogo y miembros de la Junta de Gobierno del Colegio Profesional de la Criminología de la Comunidad de Madrid.