En estas últimas semanas el mundo se ha parado. La pandemia de Covid-19 ha hecho que muchos Estados confinen a su población, con mayores o menores restricciones. Se han parado todos los sectores productivos excepto los indispensables, y la ciudadanía ha debido quedarse en su casa la mayor parte del tiempo, con contadas excepciones tasadas. Y eso tiene consecuencias para el individuo (psicológicas, físicas, sociales, de salud) y sociales (económicas, políticas, ideológicas, entre otras).
Ahí es donde entra la práctica de actividad física o deportiva, que puede ser un elemento protector, un factor criminógeno o un sector económico que se considera necesario reactivar rápidamente. En las siguientes líneas desarrollaremos la relación entre el deporte, el individuo y las consecuencias del confinamiento.
El deporte como factor de protección
La recomendación de la práctica de actividad físico-deportiva como factor de protección frente a la criminalidad y la desviación social es reconocido y extenso en el tiempo, existiendo ejemplos de iniciativas que, desde la Criminología, buscan aprovechar los valores transmitidos y asociados a la práctica de actividad físico-deportiva en la sociedad para prevenir o intervenir sobre la desviación social.
¿Cuáles son los elementos del deporte que permiten usarlo de esta manera? ¿Es el deporte capaz de generar beneficios psicológicos y sociales suficientes para considerarlo un factor de protección? ¿Puede ayudar la práctica de actividad físico-deportiva en el contexto del confinamiento actual? En las siguientes líneas se desarrollarán los principales elementos que hacen del deporte y su práctica un elemento, en muchos casos fundamental, para ayudar a sobrellevar la situación de confinamiento y aislamiento social.
La salud física y psicológica de los individuos puede verse afectada por el confinamiento. El encierro, el aislamiento, la rutina imposible de cambiar, la falta de contacto social, la frustración por no poder ayudar, son ejemplos de estresores sobre la psique humana en estos momentos. Pero el estado físico también se deteriora: la mayor parte de la actividad física medianamente exigente se realiza al aire libre, y la salud física se resiente al bajar la intensidad de la actividad físico-deportiva realizada o, prácticamente, eliminarla. Por ello, intentar mantener un cierto nivel de práctica deportiva puede ayudar a mejorar la salud físico-psicológica de los individuos, previniendo cuadros médicos que les fuercen a acudir al sistema sanitario ya sea debido a problemas de salud física o psicológica.
El deporte como vector social de prevención frente a la desviación social. La práctica de actividad deportiva se asocia a la transmisión de una serie de valores positivos para la socialización y el respeto por la norma social y legal. Por ello, su el deporte puede ser una herramienta para intervenir en las poblaciones de riesgo, para prevenir que cometan actos desviados.
En el presente estado de confinamiento permitiría gastar energía, desconectar del encierro y aislamiento, y, para quienes formen parte de equipos en disciplinas deportivas, también sigue cumpliendo la función de establecer vínculos sociales y facilitar la sociabilidad, que tan necesaria es para el ser humano. El tener vínculos y personas que hacen importante el respeto de la norma, a través del deporte, puede ser un factor de protección frente al incumplimiento de la regulación vigente en el momento.
El deporte como factor criminógeno
Pero el deporte, como negocio y como actividad, también puede ofrecer un campo para que aparezcan la deviación social y la criminalidad. Ya sean la violencia en las gradas o las agresiones entre deportistas y aficionados, o la comisión de delitos de cuello blanco por parte de deportistas o gestores del deporte, lo cierto es que, al igual que sucede con la sociedad en general, el deporte y su entorno no son ajenos a la desviación social y la delincuencia. Además, con las restricciones que operan durante el estado de Alarma, nos encontramos en un contexto en que el deporte y su práctica están (híper)regulados y limitados, pudiendo dar lugar a infracciones y sanciones asociadas a esta nueva situación.
En el presente texto nos centraremos en este segundo apartado, en cómo prevenir la comisión de ilícitos asociados a la práctica de actividad físico-deportiva con las restricciones que operan sobre la movilidad de la ciudadanía en época de (des)confinamiento.
Como se puede apreciar, la posibilidad de regresar a la práctica de actividad física en el exterior puede generar riesgos. Mencionaremos unos pocos:
- A- Salud: tras un parón prolongado, el estado físico puede verse resentido, con lo que una práctica no escalonada o precipitada podría poner en riesgo la salud de los deportistas, y sobrecargar el sistema sanitario actualmente podría resultar pernicioso para toda la sociedad, además de los individuos afectados.
- B- Criminógeno: el abandono de los hogares, el uso de vehículos para llegar al lugar donde realizar la práctica deportiva, la irritabilidad o estado emocional alterado de algunos ciudadanos debido al encierro pueden provocar que quienes salgan a hacer deporte sean víctimas de distintos tipos de delitos como el vandalismo, los delitos asociados al honor e imagen pública o infracciones de las regulaciones y limitaciones del uso de vehículos para el transporte durante el estado de alarma, sin olvidar el uso de las zonas comunes para la práctica de actividad deportiva, que podría conllevar discusiones en las comunidades de vecinos. Y todo ello debiendo compartir espacio con otros usuarios de las vías públicas. Por ello es importante ser prudente, tomar medidas de protección y tener claro cuáles son los derechos y deberes de cada quien.
- C- Legal: existen, aún ahora, requisitos y restricciones de movilidad y horarios preestablecidos para la salida a la calle de la ciudadanía. Incumplir las distancias de seguridad, el uso de instalaciones deportivas, salir a hacer deporte en grupo, saltarse los horarios marcados, son ejemplos de actitudes que podrían conllevar sanciones derivadas de la regulación del estado de alarma. ¿Alguien se había planteado esto? ¿Qué pasará si aumentan los ilícitos o se da un repunte de contagios debido a una mala comprensión o aplicación de la posibilidad de practicar deporte en el exterior del domicilio?
Deporte, desescalada y violencia en el hogar
Una de las grandes preocupaciones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad durante el confinamiento ha sido -y seguirá siendo- la violencia en el ámbito de la pareja, si bien podríamos extender esta situación a otras formas de violencia en el ámbito doméstico. Queda así reflejado en estadísticas como el aumento del 60% de las llamadas al 016 en el mes de abril respecto al mismo mes en 2019 –informado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género– o los datos ofrecidos por la Fundación ANAR, en relación a avisos por violencia contra menores, datos que han variado entre el 36 y el 48% del total de avisos sobre violencia intrafamiliar desde el mes de marzo.
Desde la Criminología las explicaciones son claras: mayor coincidencia en tiempo y espacio de un agresor motivado, una víctima propicia y la ausencia de guardianes efectivos, da como resultado una mayor oportunidad delictiva. Ésta se refuerza con las condiciones del confinamiento, ya comentadas (aislamiento, dificultad en la gestión emocional, etc.). La suma de oportunidad y factores de riesgo favorece un aumento cuantitativo y/o cualitativo de la violencia en el entorno doméstico.
Mención especial merece el elemento de la “ausencia de guardianes efectivos”. Si bien el confinamiento incrementa la posibilidad de detección de algunas situaciones violentas –por ejemplo, mayor coincidencia de vecinos en sus casas hace más probable la denuncia de gritos, golpes y otros ruidos asociados–, dificulta otras vías de detección, como puede ser el contacto directo entre vecinos y víctimas. Los agresores no solo pasan más tiempo con la víctima sino también, según el caso, con hijos, otros familiares o mascotas, teniendo posibilidades de someter psicológicamente a las víctimas sin necesidad de desplegar violencia física, dificultando la detección en las circunstancias actuales.
Con esto dicho, ¿qué tiene que ver el deporte con todo esto? Pues bien, hemos hablado sobre los beneficios del deporte y su contribución como factor de protección frente a la violencia. La ausencia de actividad física puede facilitar la aparición, o potenciación, de factores de riesgo conductuales. Hay que considerar que estos factores –a priori controlables y modificables con la ayuda de la práctica deportiva– pueden sumarse y retroalimentarse con otros factores como el consumo y/o abuso de sustancias, o las condiciones socioeconómicas del momento, entre las que se encuentra el aumento del desempleo. Todos ellos son factores de riesgo específicos de la violencia contra la pareja, así incluidos en las herramientas y protocolos de evaluación y gestión del riesgo, siendo un ejemplo de ellos, S.A.R.A.
Aun pudiendo realizar deporte -dentro del hogar- se seguiría careciendo de algunas ventajas de su realización en espacios abiertos, diferenciados del hogar, y, sobre todo, en contacto con otras personas. Con todo ello, se forma un caldo de cultivo perfecto para la escalada de conductas violentas y la aceleración de los ciclos de violencia característicos de entornos domésticos y familiares. ¿Qué ocurre entonces con la desescalada? ¿Qué nos proporciona la posibilidad de realizar deporte fuera del hogar? Pues los beneficios pueden ser varios, tanto directos –incidiendo sobre los factores de riesgo de los que hemos hablado– como otros que no son inherentes a la práctica deportiva pero que, no obstante, pueden relacionarse con las posibilidades que ofrece la reducción de restricciones.
Por ejemplo, podría disminuir el tiempo en el que se coincide en la vivienda. Aunque esta disminución sea mínima, digamos de una hora aproximadamente, pueden influir en la conducta del agresor los beneficios de la actividad, mitigando o ralentizando el ciclo de violencia. A su vez, la víctima puede conseguir un periodo de alivio. Puede parecer poco tiempo, pero puede ser suficiente para que la víctima se sienta con confianza necesaria para pedir ayuda, sobre todo si logra identificar una rutina concreta o si convive con otros individuos vulnerables como pueden ser los hijos. Tengamos en cuenta que puede darse el caso de víctimas que, teniendo un plan de salida previo al confinamiento, vieron su escapada frustrada.
Por otro lado, si la propia víctima puede salir, incluso siendo acompañada por el agresor, el mayor contacto con otras personas puede ofrecer oportunidades de auxilio y detección: aumentaría de esta forma el contacto con guardianes. Hablando de guardianes, no podemos olvidar que estas salidas aumentan las probabilidades de entrar en contacto directo con agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, nuevamente suponiendo una oportunidad de denuncia y auxilio.
Resta decir que, aunque se ha comentado todo lo anterior en relación a la violencia contra la pareja, muchas de las cuestiones son aplicables a otras dinámicas violentas en el hogar, como las mencionadas entre padres e hijos. Más allá de la violencia interpersonal, debemos recordar la aplicabilidad de todo esto a casos de violencia autoinfligida, dinámica a menudo olvidada socialmente y sobre la que los criminólogos sin duda podemos aportar.
El deporte, la sociedad y la economía: ¿reactivación peligrosa?
Es también menester señalar que el deporte es uno de los grandes sectores económicos en nuestro país, y, como tal, se quiere intentar, por parte de las distintas autoridades retomar la actividad tan pronto como sea posible con unas ciertas garantías de salud y seguridad. ¿Esto podría generar riesgos para deportistas? ¿Cómo afectaría un reinicio precoz a este sector económico? ¿Qué efectos podría tener en la sociedad que se reiniciara la actividad deportiva (efecto ‘panem et circenses’)?
Cuando los motivos para reiniciar una actividad no se basan necesariamente en argumentos o postulados científicos, crea controversia. Cuando, además, ni sus propios participantes entienden qué pasa y qué consecuencias puede llegar a tener, crea caos. Y, habiendo tantos intereses en juego (industria, sociedad y ánimo común, economía, Gobierno, deportistas y gestores deportivos, entre otros), nunca se podrá complacer a todos.
¿Existen riesgos en la activación del deporte de nuevo? Sí, evidentemente, pero en las presentes circunstancias, seguridad absoluta no la encontraremos. ¿Son las medidas tomadas oportunas? Al parecer, los estamentos deportivos han elaborado e implementado un protocolo adecuado, y aceptado por las autoridades para retomar la actividad deportiva profesional en varias disciplinas; también se ha conseguido poder comprobar que los deportistas están en buen estado de salud.
¿Cuestión de género? Pues también. Al parecer, no se van a retomar las competiciones deportivas de más alto nivel estatal en todas las disciplinas deportivas. Las deportistas, en muchos casos, desconocen si se retomará, o se han encontrado con decisiones distintas de las de sus homólogos masculinos.
Pero, en este caso, se han valorado también otros elementos que hacen deseable la vuelta del deporte de masas. En primer lugar, el aspecto económico: sólo el fútbol representa casi un 2% del PIB nacional, entre deportistas, trabajadores de las entidades deportivas y otros negocios asociados. En segundo lugar, se sostiene que la vuelta del deporte a la televisión puede generar una mejoría en el estado de ánimo de la ciudadanía, al proporcionar entretenimiento a un gran número de personas. En tercer lugar, la recuperación de una sensación de normalidad, empezando por algunos sectores específicos y extendiéndose a los demás, puede beneficiar a la gestión de la pandemia.
Así, pues, ponderando pros y contras, lo cierto es que no parece aventurado sostener que la vuelta del deporte de masas puede ser positiva para la ciudadanía si se realiza con responsabilidad, tal y como parece que se está haciendo.
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Artículo firmado por el Grupo de trabajo de Criminología en el Deporte del Colegio Profesional de la Criminología de la Comunidad de Madrid.